Para entender esta historia podríamos hablar de cientos de nombres propios, hombres y mujeres que representan los problemas de muchas y muchos que como ellos cuidan de otros pero nadie cuida de ellos. Una guerra diaria.
María tiene 79 años y Pedro su marido 81, a él le detectaron Alzheimer cuando ya tenía muchos olvidos y problemas para concentrarse. Rápidamente la enfermedad se instaló en su casa. En poco tiempo Pedro experimentó muchos cambios pero María empezó a sufrir otros, de los que se habla poco porque son menos llamativos.
A esa dualidad que se produce entre dejar de ser esposa para convertirse en cuidadora suele denominarse cambio de rol. Pero la cosa va más allá de comprender esta dualidad, no sólo una o un esposo cambia de rol a cuidador. A veces esa esposa es hermana, madre, enfermera, psicóloga que se ve obligada a lidiar con la personalidad cambiante del enfermo (cambios que se producen por efecto de la enfermedad) Cada uno de estos roles va acompañado de una carga emocional distinta. Es así como a veces siendo madres de nuestros maridos sentimos compasión y deseamos atenderle más allá de nuestras capacidades. Si somos esposas nos sentimos abandonadas, solas. Si somos cuidadoras, abatidas y cansadas.
Casos como el de María se repiten a diario y están en nuestra comunidad, las personas dedicadas a los cuidados, necesitan con urgencia de atención y con seguimiento personalizado en sus domicilios por equipos de atención psicológica para evitar que esos estos de ánimo terminen siendo una depresión o algo peor.
¿Se preguntará el gobierno por el estado emocional de estas personas?
¿Sabrán de detrás de cada enfermo o enferma hay una cuidadora o cuidador cansado, a pesar de la ayuda con la que cuenten. Sintiendo impotencia porque a pesar de sus cuidados no le ven mejorar. Soledad porque su compañero ya no está. Tristeza por el tiempo que pensaron para disfrutar ahora ya no existe. Abandono de sí mismas. A veces un sentimiento es más fuerte que otro y en otras ocasiones una mezcla de todos, sin embargo ellas y ellos lo pasan todo por alto. Un grave error porque esos sentimientos siguen estando ahí y se hacen cada vez más fuertes.
Aragón debe cambiar el modelo de economía y apostar por uno donde el objeto principal sea mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Una economía que apueste por los cuidados y no por el ladrillo nos hará felices y reivindicará nuestra calidad de seres humanos.
¿A qué esperamos para que la economía aragonesa se convierta en una sociedad asistencial que esté basada en cuidarnos los unos a los otros?
Mientras cuidadoras y cuidadores libran una guerra silenciosa, el gobierno no puede seguir pensando en el crecimiento basado en la especulación y el ladrillo, no puede seguir mirando para otro lado dejando el cuidado en manos de empresas privadas, manejadas por fondos buitre que de calidad de vida y problemas psicológicos saben más bien poco.
Vale la pena recalcar que si buscamos el bienestar del cuidador no podemos olvidarnos de quien necesita la ayuda principal que es el enfermo o la persona dependiente. En este sentido el Ayuntamiento de Zaragoza ha dejado de prestar 8.600 horas de atención a personas en situación de dependencia, correspondiente al servicio de Ayuda a domicilio (SAD) En lo que llevamos de legislatura el área de acción social ha perdido 60 profesionales del área de servicios sociales.